80 veces nadie, Gonzalo Rojas


¿Y? Rotación y

traslación, ¿nos

vemos

el XXI? ¿Nos

vamos o

nos quedamos? Van 80

y qué. De nariz

van 80, de aire, de mujeres

velocísimas que amé, olí, palpé, de

mariposas maravillosas del Cáucaso irreal adonde

no se llega tan fácilmente porque no hay Cáucaso irreal, de eso

y nada van 80, de olfato

de niñez corriendo Lebu abajo, los pies

sangrientos rajados por el roquerío y el piedrerío, de eso, del

carbón pariente del diamante, de las

gaviotas libérrimas van

80, del zumbido

ronco del mar,

de la diafanidad del mar.

 

Habrá viejos y viejos, unos

vueltos hacia la decrepitud y otros

hacia la lozanía, yo estoy

por la lozanía, el cero

uterino es cosa de los mayas, no hay cero

ni huevo cósmico, lo que hay en este caso

y que se me entienda de una vez, es un ocho

carnal y mortal con mis orejas de niño para oír el Mundo, un ocho

intacto y pitagórico, mis hermanos

paridos por mi madre fueron ocho, los pétalos

del loto, la rosa de los vientos, lo innumerable

de la Eternidad, mi primer salto al vacío

desde el muelle de fierro contra el oleaje, ahí voy. Difícil

ocho mío nadar con este viejo a cuestas.

 

Bueno, y si muero el cero ya es otra cosa

y eso se verá si es que procede

el mérito del resurrecto. La apuesta es ahora,

ese ahora libertino cuando uno

todavía echa semen sagrado en las muchachas, y

no escarmienta, construye casas,

palafitos airosos construye para desafiar al esqueleto, viaja,

odia la televisión, vive solo

en su casa larga de Chillán de Chile, unos setenta

metros de nadie, cuida

las rosas, acepta las espinas, se

aparta al diálogo con su difunta, rema en el aire

a lo galeote, como antes, todo en él es antes, el encantamiento es antes,

el sol es antes, el amanecer,

las galaxias son antes.

 

Así las cosas, ¿nos entonces vemos

el XXI? Los verdaderos poetas son de repente: nacen

y desnacen en cuatro líneas, y

nada de obras completas,

otros

entreleen a su Homero por ahí en inglés entre el ruido

de los aeropuertos a falta de Ilión,

Hölderlin

fue el último que habló con los dioses,

yo

no puedo. El Hado

no da para más pero hablando en confianza ¿quién

da para más?, ¿el aquelarre

de los nuevos brujos de la Física?, ¿el amor?, pero

¿qué se ama cuando se ama?, ¿las estrellas?, pero ¿quiénes

son las estrellas profanadas como están por las

máquinas del villorrio?

 

Lo

irreparable es el hastío.

 


 Metamorfosis de lo mismo, II. El alumbrado, 2000

Comentarios

Entradas populares de este blog

SOBRE EL BLOG

Pavana para una dama egipcia, Eugenio Montejo

Las palabras...Octavio Paz